Te conocí. Te conocí y no te descubrí, pero sentí tu esencia más allá de tu apariencia.
Pasó el tiempo y me sorprendí con tu capacidad de amar, con tu humildad, con tu sencillez, con tu bondad y tu don de sanar.
Y en medio del caos, te vi.
Te vi, y no dude en atraparte, aunque me dolía lo que creía que no veía, me dolía aunque ya lo presentía.
Desde hace ratos sabía que se daría, porque me llevaste a esa conexión que no sentía, desde niña, porque sos bueno, porque sos correcto.
Porque me llevas a la utopía de a mi corazón sanar.
Porque sos ese ser que me calma, aun en mi tranquilidad, aunque eso requiere de mil vidas vividas y batallas vencidas.
Te tengo, te tengo en cada una de tus historias.
Te tengo a diario y en cualquier horario. Porque sé que al cruzar la puerta te encuentro sin pensar lo contrario.
Porque sos vos, porque me das paz, porque pareces mi hogar.
Y pedí por ti, con una mezcla de vino y de estrellas. Porque en aquel manejar, hablé con Él e insistí.
Hoy que te veo, lo único que pienso es en la completitud que significa tu ser, tan polifacético, tan fuego y agua, tanta ternura y a la vez locura, tan sabio e inocente.
Hoy quiero ser tu musa, tu famosa excusa.
Hoy quiero quererte, con el color de la luna, tan fuerte que a mi alma deslumbra.
Y te quiero,
Porque sos tan real al hablar e inteligente al analizar.
Porque sos quien pedí, porque reunís todo lo bueno que antes conocí.
Porque quiero aprender de ti.
Porque hoy el poema sos vos. Siempre has sido vos.
Y hoy por fin te descubrí.
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